· Cada menú consta de seis pases en los que los menús armonizados con sake o vino tienen un coste de 69€ y el menú que intercala ambas opciones de maridaje se ofrece por 78€.
· En el menú armonizado con sake, se encuentran opciones como el korokke al que las notas a flores e incienso del Muoka Nama Genshu Vintage aporta matices envolventes.
· En el menú aromonizado con vino los nigiris están acompañados de un vino de la Borgoña, un A.O.C. Côte de Beaune de uva Chardonnay y de un magnífico vino alemán, el Dr. Bürklin-Wolf-Hoheburg Erste Lage del 2015, un gran Riesling de final largo

Jiro Ono, el gran maestro japones del sushi, afirma a sus 97 años, que la simpleza al extremo lleva a la pureza. Siguiendo esta premisa, Ikigai Velázquez presenta sus menús en armonías, tanto en sake como en vino o combinando ambas opciones, donde la pureza y la simplicidad del acompañamiento, exalta el producto de una forma sutil y delicada. Cada menú consta de seis pases en los que los menús armonizados con sake o vino tienen un coste de 69€ y el menú que intercala ambas opciones de maridaje se ofrece por 78€.
La técnica del chef Yong Wu Nagahira, perfeccionada en su recorrido vital a través de diferentes países, alcanza su máxima expresión en Ikigai Velázquez, puesto que se ha ideado un espacio a su medida, donde el grado de sombras y claroscuros, no necesitan más accesorios que la belleza de las propias creaciones del chef, desprovistas de artificio y donde lo único que brilla son las sólidas bases clásicas y las influencias japonesas, francesas y españolas.

De esta manera, entre los seis pases del menú armonizado con sake, se encuentran opciones como el korokke, al que las notas a flores e incienso del Muoka Nama Genshu Vintage aporta matices envolventes, o el cruasán-do (clara representación de la etapa francesa del chef) que se acompaña de Tanaka x Chartier Pavillon, un sake frutal, redondo y de baja acidez con un final muy largo; los nigiris han encontrado en el sake Shiro Masumi Miyasaka el complemento perfecto por su fineza y sus notas de plátano y manzana, tan elegante y fácil de beber; el temaki marida con un Keiryu Koshu Vintage 89&99 Endo Shuzojo, donde este sake envejecido un mínimo de 20 años resalta la intensidad del plato.

En el menú en armonía de vino, perfecto para los que encuentran en el fruto de la uva el maridaje perfecto a la cocina nipona, incluye un Albariño de Pazo de Barrantes, cosecha del 2019 que acompaña la gyoza; para el cruasan-do, se viaja a Italia con un Feudo di Mezzo del 2018, con taninos muy equilibrados y especialmente sabroso; los nigiris están acompañados de un vino de la Borgoña, un A.O.C. Côte de Beaune de uva Chardonnay y de un magnífico vino alemán, el Dr. Bürklin-Wolf-Hoheburg Erste Lage del 2015, un gran Riesling de final largo; el temaki ha encontrado el maridaje perfecto en un vino monovarietal de Cabernet Franc, un Les Poyueux del 2018.

La tercera propuesta consiste en un menú armonizado con ambos tipos de propuestas, arroz y uva, también con seis pases donde el korokke se acompaña en este caso de un jerez de uva 100% Palomino Fino, La Barajuela Raya, con notas de membrillo, confitura y miel; el cruasán-do se podrá disfrutar con un Tanaka x Chartier Pavillon, con sus notas de fruta de hueso, mango y anís; los nigiris se acompañan, en este menú, con un vino del levante español, un Sopla Levante, La Horca del 2020, de acidez media y matices cítricos.
Tres opciones de menú que catalizan emociones y elevan el espíritu.
Sobre Ikigai
En 2018, Yong Wu Nagahira abrió las puertas del restaurante Ikigai, concretamente en un local ubicado en la calle de la Flor Baja, a unos minutos de la Gran Vía madrileña. Su primer proyecto personal donde la cultura gastronómica española se cuela en su propuesta y donde por fin ve el reflejo de lo que son sus ideas. El resultado es una propuesta fresca y relajada de un chef que se considera de ninguna parte. En 2022, Yong Wu Nagahira da la bienvenida a su segundo proyecto, ubicado en la calle Velázquez, donde ofrece una cocina japonesa que por un lado es el reflejo de lo que lleva cuatro años haciendo en Ikigai, y por otro, ofrece un toque personal que lo hace distinguirse de la cocina clásica japonesa.