El último proyecto de César Martín persigue mejorar el concepto de pizzería al máximo, siempre en busca de la excelencia y ofreciendo una propuesta en la que prima el sabor y el disfrute.

Si de algo sabe Cesar Martín, es de cuidar y hacer felices a sus fieles comensales. Desde que hace más de una década naciera Lakasa, encontramos en cada uno de sus proyectos las mismas convicciones: empatía, atención a los detalles y el buen hacer de las cosas ofreciendo experiencias que van más allá de lo gastronómico. Con nuevas intenciones, pero ese mismo espíritu, Mola Pizza cumple un año el próximo mes de julio consolidado como un lugar en el que hasta su propio nombre es fiel reflejo de sus objetivos: comer una pizza que verdaderamente mola porque está preparada con cariño y porque se sirve en un entorno cómodo, amigable y divertido, haciendo de su “kasa” la de todos nosotros.
En su incansable búsqueda por crear la pizza perfecta, Mola Pizza ocupa una particular posición en el ecosistema madrileño a través de un concepto y estilo únicos que ponen en valor el buen producto, el cuidado por cada elaboración, el mejor sabor y el buen servicio en una propuesta asequible para todos los públicos. Todo el desarrollo del proyecto está basado en mejorar el concepto de pizzería al máximo, siempre buscando la excelencia y ofreciendo al cliente una propuesta en la que prima el sabor y su propio bienestar. Desde la minuciosa elaboración de la masa para lograr una base genuina que no se encasilla en ningún estilo, hasta la cuidada selección de proveedores que les ofrecen el mejor producto para sus recetas, pasando por la cercana atención de un equipo sólido.

Como no podía ser de otra manera, la piedra angular de este proyecto son las pizzas. Muchas harinas, formas de tratar la levadura, combinaciones con masa madre e infinidad de pruebas han sido necesarias para crear la receta de su propia masa. Se inicia con un poolish (fermento casero) que reposa durante 24 horas, al que se añade harina Petra 0 para elaborar la masa en bloque que fermenta durante otras 24 horas, obteniendo de este modo un resultado ligeramente crujiente, esponjoso, fácilmente digerible y con un gran sabor. Además de su fina e inconfundible masa, son dos los ingredientes principales en la mayoría de sus pizzas: el tomate, con el que elaboran su propia salsa, y el queso fior di latte italiana, que aporta textura, fineza y un gran sabor. El resto de los ingredientes lo componen productos de gran calidad que aportan valor y también una personalidad única a cada una de sus recetas.


Cada vez más extensa, su carta de pizzas está compuesta por referencias de corte más tradicional, desde la marinara, la prosciutto e funghi o la pizza bianca, hasta referencias más atrevidas y contemporáneas como una sabrosísima pizza de anchoas con botarga o la de salchichas al hinojo y espinacas, además de otras opciones más personales que hacen referencia a diferentes momentos vitales del chef. A este último apartado pertenecen iconos como la Arce, con láminas de solomillo de cerdo ahumado al sarmiento (como en su día las preparaba en la mítica casa de Iñaki Arce), la Lakasa, con bechamel y queso Idiazabal, o la Eloane, como homenaje a su hija, con mozzarella, mortadela al tartuffo y stracciatella. Por supuesto, también existe una gran temporalidad en la oferta, marcada por el producto de temporada y siguiendo así uno de los mantras de la propuesta: ir más allá y elaborar platos verdaderamente especiales que consigan mantener vivo un vínculo con los clientes más habituales.

Con una propuesta pensada para compartir y probar algo nuevo cada vez que se visite el restaurante, abren la carta de Mola Pizza unos sugerentes antipasti en los que nuevamente destaca la excelente calidad del producto utilizado como es el caso de sus embutidos cortados al momento en la imponente Berkel, su reinterpretación de los clásicos arancini, con champiñón y queso fontina, o su caponata casera siciliana con pan sardo, de intenso sabor y gran jugosidad.

Otro de los elementos que diferencian la oferta de Mola Pizza, son sus mpustarellas, que versionan los clásicos bocadillos napolitanos, todavía algo desconocidos en nuestro país, que se hornean y terminan al momento con diferentes rellenos. Para su elaboración emplean un pan tipo mollete artesano, terminado al horno con un ligero toque de aceite de oliva obteniendo un pan sabroso, muy crujiente por fuera y jugoso por dentro. Son tres los rellenos que componen la carta: mortadella y pesto, porchetta con tártara y salami picante, y mozzarella. Un bocado diferente y muy poco habitual que cada vez tiene más adeptos, también ideal para compartir. Para terminar, y coronando el concepto, postres caseros como la panna cotta natural, los emblemáticos cannoli sicilianos (con un queso ricotta espectacular) o el clásico y cremoso tiramisú.

El espacio de Mola Pizza invita a sentarse y disfrutar en sus mesas vestidas con manteles vichy. Y es que, cada detalle está pensado para que los clientes se diviertan y pasen un buen rato en un ambiente agradable y acogedor donde hasta las listas de reproducción parecen una selección cómplice con sus comensales. Su ubicación al fondo de una plaza peatonal hace que tanto el entorno como las vistas desde su amplia terraza sean muy atractivas y relajadas, saliendo del frenético bullicio que caracteriza el centro de la capital madrileña. Su opción delivery a través de Glovo permite disfrutar de toda su carta a domicilio para entregar en cualquier punto de la ciudad.

Una propuesta diferente marcada por la necesidad del buen hacer de las cosas, la gran calidad de los productos y la búsqueda del máximo sabor en un ambiente donde disfrutar de una pizzería que va más allá. En definitiva, a César lo que es del César, en Mola Pizza todo mola.


